Ayer os comentamos los diferentes tratamientos externos que se pueden emplear para superar el sudor. Hoy queremos profundizar en una de las soluciones más eficaces y menos invasivas contra el sudor: los antitranspirantes.
A diferencia de los desodorantes, los antitranspirantes no se limitan a enmascarar el olor del sudor, sino que detienen su producción. Uno de los ingredientes activos más efectivo de los antitranspirantes es el cloruro de aluminio. Además de su efecto sobre la sudoración y su olor, inhibe el crecimiento de hongos y bacterias. Después de su aplicación algunos de sus ingredientes quedan dentro del conducto externo de la glándula sudorípara donde se forma un “tapón” de aluminio y queratina. Estos tapones impiden que la sudoración alcance la superficie de la piel y se evapore. Durante el tratamiento gradualmente la glándula se va haciendo menos activa hasta que la producción de sudor cesa. Es especialmente eficaz para la sudoración de las axilas.
El inconveniente del cloruro de aluminio es que en combinación con el agua es un fuerte irritante de la piel y además puede dañar los tejidos cercanos al área tratada. Este efecto no deseado puede solucionarse añadiendo lactato de aluminio al cloruro de aluminio, lo que permite su uso en pieles más sensibles. Además, es importante lavar la zona al día siguiente de la aplicación del antitranspirante, para eliminar los residuos que pueden quedarse en la piel y reaccionar al contacto con desodorantes u otros productos.